INTRODUCCIÓN
Emmanuel Mounier (1905-1950), profesor de filosofía en la
universidad y a la cual posteriormente abandonó por la inquietud y necesidad de
equilibrar la teoría con la praxis - en cuanto a las insatisfacciones de las necesidades
humanas vitales - fue fundador de la revista y un movimiento llamado “Esprit”
(1932) en el que une su manera de filosofar con la toma de conciencia de una crisis
en la civilización; con el fin de plantear una nueva civilización. Es el gran exponente del desarrollo de una
filosofía de la persona llamada “Personalismo” a la cual llega movido por el
interés de lograr una renovación espiritual pero a su vez estructural,
económica y política, basada en el lema de la igualdad, libertad y fraternidad.
En esta centra sus esfuerzos en crear un razonamiento sobre la persona que
fuese común a los creyentes como a los no creyentes, apostando también por la
pobreza, lo que le permitiría luchar contra los oprimidos y humillados.
Esta ideología conocida con el nombre de “Personalismo”,
concepto polisémico y utilizado previamente por
pensadores como Renouvier o filósofos como Lalande, “no solamente es una
actitud, es una filosofía, no un sistema” (Mounier, 1962, p. 5), debido a que
su afirmación central: “La existencia de personas libres y creadoras, introduce
en el corazón de las estructuras personales y sociales un principio de
imprevisibilidad que desarticula toda la voluntad de sistematización definitiva”
(Mounier,1962, p. 6).
La visión de hombre del personalismo de Mounier se opone
totalmente al materialismo y a la
reducción del ser humano a un mero objeto material más complicado. Pero se
opone también tanto a cualquier forma de idealismo que reduzca la materia,
incluido el cuerpo humano, a una mera reflexión del espíritu o a una
apariencia. El hombre no es simplemente un objeto material; pero de aquí se
sigue tampoco que sea espíritu puro ni que se le pueda dividir con nitidez en
dos sustancias o en dos series de experiencias. “El hombre así como espíritu,
es también un cuerpo. Totalmente “cuerpo” y totalmente “espíritu” (Mounier,
1962, p. 12). No puede existir sin el
cuerpo y sin su espíritu que es quien nutre al pensamiento, como se puede apreciar
en la siguiente expresión:
…No puedo pensar sin ser, y no puedo ser sin mi cuerpo, el cual es mi
exposición, a mi mismo, al mundo, a todos los demás, a través de él solamente
puedo escapar de la soledad de un pensamiento que sería solamente un
pensamiento acerca del pensamiento (Mounier, 1962, p. 16)
Su existencia subjetiva y corporal
le pertenece a la misma experiencia. La existencia del hombre es existencia
corporeizada; es un ser natural; por su cuerpo forma parte de la naturaleza, y
allí donde él esté está también su cuerpo. Pero también es capaz de trascender
esta naturaleza, dominándola o sometiéndola progresivamente
El personalismo es, así, interpretable como una reafirmación que el
hombre hace de sí mismo contra la tiranía de la naturaleza, representada ésta
en el plano intelectual por el materialismo. La persona es la idea central del
pensamiento de Mounier, no es un objeto sino más bien todo lo contrario, es la
realidad profunda del ser humano, la que él mismo construye desde adentro.
PRIMERA PARTE: LAS ESTRUCTURAS
DEL UNIVERSO PERSONAL
I.-
La Existencia incorporada o encarnada
La filosofía
personalista, al igual que el
pensamiento cristiano se opone a la división que realizan los espiritualismos
modernos del mundo y del hombre en los ámbitos de “materia y espíritu”,
teniendo como eje central el enlace indisoluble del alma con el cuerpo. Es así
como a partir de este enfoque no se existe en cuanto a espíritu puro, sino en
sueños, por lo tanto no tengo existencia verdadera sino en y con un cuerpo. El hombre, en cuanto
persona, no es puro espíritu, sino también realidad del mundo físico; “el Yo es
centro existencial del cuerpo como del alma” (Grevillot, 1955, p. 217)
El
hombre ya no está más bloqueado en su destino por el determinismo, se encuentra
en una constante lucha entre la exteriorización y la aspiración de convertirse
plenamente en sí mismo y reconquistar su interioridad. (Grevillot, 1955). Este
surgimiento de la persona creadora, aparece como lucha entre dos tendencias de sentido contrario: Una
predisposición permanente a la despersonalización, y la otra es un movimiento de
personalización. La primera detiene la vida social y la vida del espíritu por
relajamiento del hábito de la rutina y de las ideas universales, mientras que
la segunda la vida aparece como una acumulación de energía cada vez más
organizada sobre unidades que se van complejizando.
II.-
La Comunicación
Según Mounier “la vida
social es una guerrilla permanente y la comunicación queda atrofiada por la
necesidad de poseer y someter” (1962, p. 19). Las relaciones humanas se
configuran bajo una permanente provocación a la lucha, a la adaptación y a la
superación. El mundo de los otros es una provocación para la construcción del
mío; “la mirada del prójimo cngela mi universo, su presencia congela mi
libertad, su elección me traba, el amor es una infección mutua, un infierno” (
Mounier, 1962, p. 19). Por lo anterior, el individuo oscurece la comunicación por
su sola presencia, por una especie de sombras que parece llevar encima y
comienza a generar un
sistema de costumbres, de sentimientos, de ideas y de instituciones llamada
“individualismo”, el que organiza como un arma de defensa y que le genera
aislamiento. Frente a esto, “el primer cuidado del individualismo es centrar al
individuo sobre sí; el primer cuidado del personalismo, es descentrarlo para
establecerlo en las perspectivas abiertas de la persona” (Mounier, 1962, p. 20).
La persona se
funda en una serie de actos originales que no tienen su equivalente en ninguna
otra parte del universo y sus característica son: Salir de sí (descentrarse
para llegar a ser disponible para otros), comprender (ver desde el punto de
vista del otro), tomar sobre sí (asumir el destino, la pena, la tarea de
otros), dar (dar sin medida y sin esperanza de devolución) y ser Fiel (la
consagración de la persona, el amor, la amistad. La fidelidad personal es una
fidelidad creadora)
III.- La Conversión íntima
La persona
caracterizada como un mundo de subjetividad, de vida interior o interioridad al
ser, se opone a lo que es originalmente “ser-hacia”, un movimiento hacia el
otro. Pero lo anterior no significa que sea lo contrario a la comunicación,
sino más bien se presenta como una pulsación complementaria.
“La vida personal
comienza con la capacidad de romper el contacto con el medio, de recobrarse, de
recuperarse, con miras a recogerse en un centro, a unificarse” (Mounier, 1962,
p. 26). Todos necesitamos salir de sí para comunicarnos con otros, pero también
necesitamos de un período de silencio y conversación consigo mismo para llegar
a la reflexión individual, la cual nos permitirá realizar una autocrítica
interior y de esta forma nuevamente ser persona social, lista para la entrega.
IV.- El Afrontar
“La persona es
rostro que mira adelante, que afronta al encontrar hostilidad” (Cobo, 2006, p.
94). Su condición misma conlleva a las actitudes de oposición y protección. Ser
persona es “singularizarse”. Se podría hablar entonces de una personalidad bien
definida que es original, así mismo hay que tener cuidado en pensar que la más
alta vida personal sea la de excepción que alcanza, sola, como si fuese una
proeza, una cumbre inaccesible. Si bien la persona se cumple persiguiendo
valores situados en el infinito, está sin duda llamada a lo extraordinario en
el corazón mismo de la vida cotidiana. “El hombre verdaderamente extraordinario
es el verdadero hombre ordinario” (Mounier, 1962, p. 32)
Afrontar es el
compromiso consigo mismo, con los otros y con la vida. Es hacer frente a lo que
me comprometí, es aceptar las responsabilidades, las obligaciones y los
derechos. Es además la capacidad de decir No ante una situación a la cual
creemos injusta, es la fortaleza y el valor de decisión, es el negarse a las
imposiciones dictatoriales e injustificadas. Es la capacidad de elección. Tal
vez se podría decir, que desde cierta perspectiva aquí radica parte de nuestra
libertad.
V.- La Libertad Condicionada
“La libertad es
afirmación de la persona; se vive, no se ve” (Mounier, 1962, p. 35). La
definición más simple que se puede dar a la libertad es la de ser la facultad
de elección, facultad de tomar o de una tomar una decisión, o bien la de tomar
una decisión determinada mejor que otra.
Nuestros actos
tienden a influir el conjunto de nuestra vida y
a modelar, por su parte, nuestra personalidad, pero no todas nuestras
elecciones pueden ser igualmente libres , como tal vez ceder ante la presión
del medio, al temor o la pasión, no es actuar
en cuanto a hombre libre, ésta libertad que viene de mi ser particular
me limita. “No soy libre por el solo mero hecho de ejercitar mi espontaneidad;
me hago libre si inclino esta espontaneidad en el sentido de una liberación, es
decir, de una personalización del mundo y de mi mismo” (Mounier, 1962, p. 38).
Nadie puede disfrutar de una libertad absoluta, si así fuese esta se
convertiría en libertinaje. Todos estamos sujetos a deberes y normas que
debemos cumplir, no podemos hacer lo que se nos antoje puesto que si así fuese
se irrumpe la ley y se coartan los derechos de los demás y de la comunidad, lo
que no es un ejemplo de libertad. La verdadera libertad es la que conquista. No
solo debe conseguirse en el plano social sino también en el personal.
VI.- La Eminente Dignidad
La trascendencia
de la persona se manifiesta desde la actividad productora, “hacer, y al hacer
hacerse, y no ser más que lo que él se hace”. (Mounier, 1962, p. 40). La
superación de la persona por sí misma no es sólo proyecto: es elevación. El ser
personal es un ser hecho para sobrepasarse.
El valor es fuente
viva e inagotable de determinaciones y exuberancias, en la suerte de una
singularidad y un parentesco con el ser personal primitivo que tiende a
incorporarse a un sujeto concreto, individual o colectivo.
La persona es pues
movimiento que anuncia simultáneamente la experiencia de la comunión y de la
valorización, el respeto por la persona humana secundariamente es respeto por
la vida. Las grandes direcciones de
valor que articulan la vida personal son: la felicidad, la ciencia, la verdad,
los valores morales, el arte, la comunidad y
los valores religiosos.
VII.- El Compromiso
“La existencia es
acción, y la existencia más perfecta acción más perfecta, pero acción de todos
modos…” (Mounier, 1962. p. 49). La acción supone libertad y conlleva a una
responsabilidad personal donde se debe destacar que la persona no está sola, ni
aislada, su esfuerzo hacia la verdad y la justicia es también un esfuerzo de la
colectividad. Es solo a través de la personalización donde adquiere su sentido
humano, asegurándose la cooperación de las libertades y los dones contra los
delirios y engaños a los que el aislamiento arrastra al individuo.
Según Mounier
(1962) existen cuatro dimensiones de la acción y ésta debe “modificar la
realidad exterior, que nos forme, que nos acerque a los hombres, o que
enriquezca nuestro universo de valores” (p. 62). Estas se concretan en las
siguientes dimensiones del hacer:
·
La
acción tiene por fin principal dominar y organizar una materia exterior, acción
del hombre sobre las cosas, acción del hombre sobre el hombre en el plano de
las fuerzas naturales o productivas.
·
Desde
el ángulo del obrar, la acción ya no apunta principalmente a edificar una obra
exterior, sino a “formar al agente, su habilidad, sus virtudes, su unidad personal”
(Mounier, 1962, p. 51), lo que importa desde ésta perspectiva es como el agente
su accionar y en que se convierte al hacerlo “autenticidad”, aquí podríamos
enunciar el tan conocido dicho que dice “el fin justifica los medios”, y
reflexionar en torno a él, ya que en éste registro domina sólo la eficacia y
ésta regula sólo lo técnico, no obstante la relación de persona jamás se
establece en un plano puramente técnico.
·
Acción
contemplativa, que no dice relación con la evasión de la actividad común hacia
una actividad escogida y separada, sino con la aspiración a un reino de valores
que invada y envuelva toda la actividad humana.
·
Dimensión
colectiva de la acción, donde para el logro de
su humanización integral es indispensable la presencia de una comunidad
de trabajo, comunidad de destino o comunión espiritual.
SEGUNDA PARTE: EL PERSONALISMO
Y LA REVOLUCIÓN DEL SIGLO XX
El
manifiesto de Mounier proviene de las inquietudes y desdichas que amenazaban en
Europa durante la crisis de 1929, donde algunas de éstas daban una explicación
puramente técnica, mientras que otras solo enfocada a lo moral, por tanto el
remedio no podía evitar la la revolución económica ni espiritual. Durante este
periodo de cambios se hicieron llamados de atención al orden de esta civilización
demasiado segura de su equilibrio: Marx reveló las luchas sin cuartel de las
fuerzas sociales profundas, Freud descubrió el cómo funcionan los instintos
bajo la armonía psicológica, finalmente Nietzche anunció el nihilismo europeo. Luego la sucesión de las dos guerras
mundiales, el advenimiento de los estados policíacos y de los universos
contradictorios, guiaron ampliamente estos temas. La crisis de las estructuras
se mezcla a la crisis espiritual. A través de una economía ya enloquecida, la
ciencia continúa impasible su carrera, redistribuye y trastorna las fuerzas. Las clases sociales
se dislocan y es Estado se busca a sí mismo en este tumulto. Finalmente la
guerra o su preparación, paraliza el mejoramiento de las condiciones de
existencia y las funciones primarias de la vida colectiva. Por todas las causas anteriores, Mounier creyó que la crisis no era solamente un
desajuste técnico sino algo mucho más profundo: era una crisis de estructuras y
además de actitudes morales. Por tanto, la solución no podía ser solamente una
reforma de las estructuras que ignorara la crisis espiritual, ni una reforma
moral (puramente espiritual) que ignorara las estructuras. El personalismo es
un esfuerzo para dar una respuesta a la crisis del siglo XX, como su propio nombre lo indica es
una reflexión, a la que se incorporan algunos intelectuales y por ello se
transforma en movimiento, centrada en la persona. De esta manera considera una
perspectiva total de la persona donde concibe a la familia como el nudo del universo personal.
La nación educa y desarrolla al hombre social contra el predominio del Estado y los intereses
económicos universales. En la política, la persona debe ser protegida contra el
abuso, a través de la independencia de poderes. La educación, por su parte, no
debe amoldar al niño al conformismo de un medio familiar, social o estatal sino
que debe despertar a las personas. De igual forma la cultura no es el arte de
las castas o el academicismo; es una función global de la vida personal; es creación, no obstante personal, apoyada
y retroalimentada por las colectividades. Por ultimo la crisis del
cristianismo, no es solo una crisis histórica de la cristiandad, sino que más
ampliamente una crisis de los valores religiosos.
REFLEXIONES A PARTIR DE LA LECTURA
El personalismo
considera que la persona es un ente en constante construcción en la búsqueda de
trascender, en la búsqueda de ser, en búsqueda de convertirse en persona. De
esta forma, se puede afirmar que el hombre se realiza como persona en la medida
en que es libre y encuentra su libertad en función de la comunidad en la que
participa.
De acuerdo a esta
filosofía el fin último de la educación debe ser la construcción de la persona.
Se considera que la educación no puede basarse en el amoldamiento del sujeto
para la sociedad en la que nació, sino que se le debe formar para que descubra
su vocación a ser persona trascendente, modeladora de su sociedad, crítica,
constructora con los otros. Educar entonces es promover la autonomía en la
construcción personal.
Por tanto es
errado considerar a la escuela como único agente educativo. Es necesario
también considerar como agentes educadores a la familia, la nación, la iglesia.
Estos son medios formadores naturales. Sin embargo, la escuela representa una posibilidad
de guiar al hombre en la construcción de su persona.
Una
concepción pedagógica del personalismo y aplicación de esta filosofía sería la
pedagogía de Paulo Freire quien
plantea que la educación debe tener por objetivo la liberación del hombre. Esta
debe ser la vía por el cual el hombre
puede y debe humanizarse al confrontar de forma crítica su sociedad, de esta
forma se progresará a una sociedad más justa en la que no existan los
oprimidos. (Freire, 1995)
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Cobo, A. (2006). El
concepto de reflexión en el joven Mounier. Granada, España: Universidad de
Granada.
Freire, P. (1995). Pedagogía
del Oprimido. Madrid, España: Editorial Siglo XXI
Grevillot. J. (1973). Las grandes corrientes del pensamiento
contemporáneo. Santiago de Chile: Editorial Zigzag.
Mounier, E. (1962). El Personalismo. Novena Edición. Buenos
Aires: Cuadernos de Eudeba.
Excelente síntesis Carlos.......sigue publicando
ResponderEliminarMe ayuda mucho con este resúmen Profe.......Usted es otro nivel...y siga adelante..
ResponderEliminarSaludos a la distancia