Por: Carlos Guanoquiza
INVESTIGADOR ECUATORIANO
Profesor de Segunda Enseñanza
Licenciado en Ciencias de la Educación
BECARIO ECUATORIANO 2011
FACULTAD DE EDUCACIÓN
PROGRAMA DE MAGISTER EN EDUCACIÓN
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LA SANTÍSIMA CONCEPCIÓN
Concepción - Chile
La formación del profesorado ha sido y sigue siendo un tema de constante actualidad y preocupación desde diferentes esferas de la actividad, ya sean los propios profesionales que demandan una actualización de conocimientos y una puesta al día sobre los nuevos cometidos a desarrollar en el marco de una sociedad en constante evolución, como desde las autoridades académicas encargadas de llevar adelante este cometido, con el fin de lograr una educación de calidad, para lo que se precisa de un colectivo con la suficiente preparación y motivación hacia la enseñanza.
De acuerdo a algunas experiencias presentadas por varios investigadores, así como las investigaciones personales realizadas en estos cortos meses, ha permitido constatar, de una parte, la demanda de formación permanente en el profesor, y de otra, las limitaciones y lagunas de las ofertas que se presentan. En general, los profesores tienden a valorar de forma positiva las conferencias o ponencias de las diferentes actividades formativas, no obstante, éstas tienen una escasa traducción a la práctica, es decir, se hace necesario buscar una máxima conexión entre los aspectos teóricos y prácticos, de forma que tenga una aplicación inmediata en la propia tarea profesional.
Por ello, nos podemos formular algunos interrogantes como: ¿Está realmente motivado el profesorado?; ¿dónde se encuentran las principales lagunas en la formación permanente?; ¿qué nivel de participación en actividades formativas tiene el profesorado?; ¿se establecerán diferencias en base al nivel educativo, la experiencia docente, el tipo de centro? Todos estos interrogantes, junto a otros más concretos y operativos que se pudieran presentar, configuran el punto de partida del proceso de análisis.
En el contexto internacional, también se pone de relieve una preocupación por la figura del profesor y el importante papel que está llamado a desempeñar en el campo de la renovación y la implantación de reformas en la educación. Así se resalta la importancia de la profesionalización de los enseñantes, la formación en ejercicio, el uso de las nuevas tecnologías al servicio de la enseñanza o de las demandas que la sociedad solicita de este colectivo. En todo caso se insiste en la necesidad de abordar los problemas desde
políticas integrales y no desde enfoques parciales o descontextualizados que generan más confusión que soluciones a los problemas planteados.
Así pues, pensamos que las cualidades básicas exigibles al profesorado se pueden agrupar en tomo a tres grandes áreas:
• Campo cognoscitivo, que implica una preparación científica adecuada en los diferentes campos unidos a la especialidad del docente.
• Estrategias docentes adecuadas para favorecer la transmisión de esos conocimientos (orientación y organización); ello implica una flexibilidad mental y la capacidad para resolver problemas.
• Capacidad socio-afectiva de relación y comunicación con las personas que configuran la comunidad educativa: compañeros de profesión, padres y alumnos.
En el marco de la Reforma Educativa se destacan como características más reseñables del docente el que sea un buen organizador de los procesos interactivos entre el alumno y el objeto de aprendizaje, mediador para que la actividad a desarrollar resulte significativa, activador del papel funcional de la cultura, reproductor de la tradición en el entorno inmediato. En suma, un profesional que partiendo del análisis contextual sea capaz de ofrecer respuestas razonables a una sociedad en constante evolución, combinando la enseñanza para todos con el respeto a las diferencias individuales. Es decir, dotado de autonomía profesional y responsable ante los miembros de la comunidad.
¿QUE SE ENTIENDE POR LA FORMACIÓN PERMANENTE?
El empleo del término formación lleva implícito su consideración englobando tanto la formación de base o inicial como la llevada a cabo a lo largo de la actividad profesional, lo que los autores identifican como formación permanente. No obstante, es necesario reconocer que estos dos momentos van íntimamente unidos y más aún en el caso que nos ocupa de la formación del profesorado.
Así pues, desde este enfoque de globalidad, entendemos que la formación del profesorado debe venir caracterizada por las siguientes notas:
- Contemplar la diversidad de intereses y necesidades.
- Ha de ser flexible.
- Diversificada, para atender a diferentes colectivos.
- Vinculada a la práctica.
- Adaptada a los constantes cambios.
- Equilibrada entre los contenidos y el componente didáctico.
- Multiplicidad de ofertas.
- Pluralidad de estrategias.
En este sentido, la formación permanente del profesor puede considerarse como un subsistema específico, dirigido al perfeccionamiento profesional en su tarea docente, con el fin de que sea capaz de asumir los cambios científicos y sociales. Para Imbernón (1994:13) supondrá "la actualización científica, psicopedagógica y cultural complementaria y, a la vez, de profundización de la formación inicial, con la finalidad de perfeccionar su actividad profesional".
Además de buscar un profesor reflexivo, se insiste en la importancia de buscar la máxima conexión con la práctica docente para que se cualifique su acción. Es decir, partir de la práctica y volver a la misma en un proceso donde se impliquen: el estudio, la reflexión, la discusión, la experimentación y un nuevo replanteamiento del problema.
Se pretende que el profesor sea capaz de cuestionar tanto los planteamientos teóricos como el desarrollo práctico, es decir, no sólo los contenidos del campo cognoscitivo, sino también los procedimentales para realizar la tarea de forma eficaz. Se busca la reflexión en la acción, campo en que destacan las aportaciones de Schon, también el conocimiento práctico (basado en que la práctica se constituye en mayor medida como un proceso de investigación que de mera aplicación), además se pide un profesor como investigador en el aula (se propugna de forma prioritaria la investigación-acción). Todo ello ha de contribuir a revalorizar la figura del profesor, que se orienta a la reflexión sistemática sobre la práctica con vistas a la mejora y al cambio, tanto en la consideración personal como social.
De acuerdo a algunas experiencias presentadas por varios investigadores, así como las investigaciones personales realizadas en estos cortos meses, ha permitido constatar, de una parte, la demanda de formación permanente en el profesor, y de otra, las limitaciones y lagunas de las ofertas que se presentan. En general, los profesores tienden a valorar de forma positiva las conferencias o ponencias de las diferentes actividades formativas, no obstante, éstas tienen una escasa traducción a la práctica, es decir, se hace necesario buscar una máxima conexión entre los aspectos teóricos y prácticos, de forma que tenga una aplicación inmediata en la propia tarea profesional.
Por ello, nos podemos formular algunos interrogantes como: ¿Está realmente motivado el profesorado?; ¿dónde se encuentran las principales lagunas en la formación permanente?; ¿qué nivel de participación en actividades formativas tiene el profesorado?; ¿se establecerán diferencias en base al nivel educativo, la experiencia docente, el tipo de centro? Todos estos interrogantes, junto a otros más concretos y operativos que se pudieran presentar, configuran el punto de partida del proceso de análisis.
En el contexto internacional, también se pone de relieve una preocupación por la figura del profesor y el importante papel que está llamado a desempeñar en el campo de la renovación y la implantación de reformas en la educación. Así se resalta la importancia de la profesionalización de los enseñantes, la formación en ejercicio, el uso de las nuevas tecnologías al servicio de la enseñanza o de las demandas que la sociedad solicita de este colectivo. En todo caso se insiste en la necesidad de abordar los problemas desde
políticas integrales y no desde enfoques parciales o descontextualizados que generan más confusión que soluciones a los problemas planteados.
Así pues, pensamos que las cualidades básicas exigibles al profesorado se pueden agrupar en tomo a tres grandes áreas:
• Campo cognoscitivo, que implica una preparación científica adecuada en los diferentes campos unidos a la especialidad del docente.
• Estrategias docentes adecuadas para favorecer la transmisión de esos conocimientos (orientación y organización); ello implica una flexibilidad mental y la capacidad para resolver problemas.
• Capacidad socio-afectiva de relación y comunicación con las personas que configuran la comunidad educativa: compañeros de profesión, padres y alumnos.
En el marco de la Reforma Educativa se destacan como características más reseñables del docente el que sea un buen organizador de los procesos interactivos entre el alumno y el objeto de aprendizaje, mediador para que la actividad a desarrollar resulte significativa, activador del papel funcional de la cultura, reproductor de la tradición en el entorno inmediato. En suma, un profesional que partiendo del análisis contextual sea capaz de ofrecer respuestas razonables a una sociedad en constante evolución, combinando la enseñanza para todos con el respeto a las diferencias individuales. Es decir, dotado de autonomía profesional y responsable ante los miembros de la comunidad.
¿QUE SE ENTIENDE POR LA FORMACIÓN PERMANENTE?
El empleo del término formación lleva implícito su consideración englobando tanto la formación de base o inicial como la llevada a cabo a lo largo de la actividad profesional, lo que los autores identifican como formación permanente. No obstante, es necesario reconocer que estos dos momentos van íntimamente unidos y más aún en el caso que nos ocupa de la formación del profesorado.
Así pues, desde este enfoque de globalidad, entendemos que la formación del profesorado debe venir caracterizada por las siguientes notas:
- Contemplar la diversidad de intereses y necesidades.
- Ha de ser flexible.
- Diversificada, para atender a diferentes colectivos.
- Vinculada a la práctica.
- Adaptada a los constantes cambios.
- Equilibrada entre los contenidos y el componente didáctico.
- Multiplicidad de ofertas.
- Pluralidad de estrategias.
En este sentido, la formación permanente del profesor puede considerarse como un subsistema específico, dirigido al perfeccionamiento profesional en su tarea docente, con el fin de que sea capaz de asumir los cambios científicos y sociales. Para Imbernón (1994:13) supondrá "la actualización científica, psicopedagógica y cultural complementaria y, a la vez, de profundización de la formación inicial, con la finalidad de perfeccionar su actividad profesional".
Además de buscar un profesor reflexivo, se insiste en la importancia de buscar la máxima conexión con la práctica docente para que se cualifique su acción. Es decir, partir de la práctica y volver a la misma en un proceso donde se impliquen: el estudio, la reflexión, la discusión, la experimentación y un nuevo replanteamiento del problema.
Se pretende que el profesor sea capaz de cuestionar tanto los planteamientos teóricos como el desarrollo práctico, es decir, no sólo los contenidos del campo cognoscitivo, sino también los procedimentales para realizar la tarea de forma eficaz. Se busca la reflexión en la acción, campo en que destacan las aportaciones de Schon, también el conocimiento práctico (basado en que la práctica se constituye en mayor medida como un proceso de investigación que de mera aplicación), además se pide un profesor como investigador en el aula (se propugna de forma prioritaria la investigación-acción). Todo ello ha de contribuir a revalorizar la figura del profesor, que se orienta a la reflexión sistemática sobre la práctica con vistas a la mejora y al cambio, tanto en la consideración personal como social.
“El ser humano, nunca terminará de aprender”
Anónimo
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